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Workshop

¡Encontrá Manos!

 
30 septiembre 2020   |   , #daretocare,
 

Entrevistamos a Melina, Ismael y Gaspar, voluntarios de Encontrá Manos, una asociación civil educativa y social que busca generar espacios que ayuden a transformar la realidad de las comunidades donde se encuentra.

“No tenemos en nuestras manos las soluciones a los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos”, se lee apenas se ingresa al sitio web del voluntariado Encontrá manos.

La historia empieza en 2012, cuando un grupo de profesores y alumnos del Instituto “Nuestra Señora de Luján”, en Buenos Aires, viaja a la localidad de Tostado, en Provincia de Santa Fe, con el objetivo de ayudar con diferentes actividades, pintar la escuela, y conocer otra realidad diferente a la que los rodeaba en Buenos Aires.

El resto de la historia la descubrimos de la mano de un puñado de sus voluntarios : Melina Chiapparo, de 21 años, que estudia para ser docente, Ismael Azar, de 22 años, estudia para ser docente de primaria y está en el voluntariado hace 7 años y Gaspar López Cook, coetáneo de Ismael, estudia ingeniería industrial y es voluntario hace aproximadamente 2 años.

Ellos mismos cuentan que a partir de estos viajes que hacían con la escuela y el aumento de alumnos interesados, las actividades fueron evolucionando a iniciativas locales, y con mayor frecuencia. Aunque siempre se mantuvo el viaje anual al pueblo santafesino, para mantener esta actividad y relación con los implicados, a través de los años.

En 2016, debido a la gran cantidad de jóvenes comprometidos, la multiplicidad de proyectos y la intensión de abrir este espacio a personas que no fueran de la escuela, surgió la posibilidad de convertirse en una Asociación Civil, Educativa y Social, que denominaron “Bajar a la calle”. Un lugar donde generar un cambio transformador en la realidad que los rodea.

Hoy son más de 200 voluntarios, que trabajan en equipo, con un equipo de gestión central y diferentes comisiones y coordinadores de los diferentes proyectos: más de 22 proyectos concretos, que van desde visitas a geriátricos, apoyo escolar a niños y niñas de barrios marginales, trabajo en escuelas de niños con discapacidad y acompañamiento a personas que se encuentran en situación de calle, entre los principales. Un detalle interesante es que todas las iniciativas se realizando trabajando junto a otras instituciones, estatales, religiosas, privadas y comunitarias, persiguiendo un objetivo común a través del trabajo en red.

Todo iba bien, hasta que comenzó la pandemia: ¿cómo seguir acompañando a las personas de estas 22 iniciativas y, en particular, a estos 200 voluntarios? Porque un detalle particular y especial de este voluntariado, es el acompañamiento educativo, para transformar a las personas comprometidas. No es un voluntariado común, donde la persona comprometida va, dona sus horas y se va. Lo más interesante y especial de Encontrá Manos es la filosofía de intentar transformar los corazones de los voluntarios, para intentar cambiar el modo de pensar, quizás para generar un cambio más profundo…

Gaspar cuenta que una de las cosas que más le llamó la atención cuando comenzó a involucrarse, fue el seguimiento de otros voluntarios, para asegurarse que él estaba cómodo, que tenía toda la información necesaria de la iniciativa a la que se había comprometido… generando en él una sensación muy linda de interés y cuidado, desde los miembros de la Asociación para con él, que no había experimentado en otros voluntariados. Y esto continuó también durante la pandemia, a través de una comunicación fluida y además la continuación de las iniciativas -en la medida de las posibilidades- de manera virtual, por ejemplo, con la continuación del apoyo escolar a través de videollamada y otras iniciativas virtuales y charlas… entre las cuales, ¡surgió algo inesperado!

La apertura de un comedor comunitario, durante la pandemia, para entregar viandas y otros elementos básicos para numerosas familias que, en esta época particularmente dura, están pasando por una profunda crisis económica.

“El 1 de junio abrimos el comedor, luego de un profundo análisis para asegurarnos que fuera algo seguro, con muchos protocolos, y la verdad que fue un éxito”, relata Melina, “se pudo hacer gracias a mucha gente que donó muchísimo dinero, permitiéndonos poder estar cerca de muchas familias y dar diariamente 140 viandas, en este momento tan duro”.

Ismael explica que no fue fácil tomar esta decisión, porque además de que no tenían los medios económicos para hacer, les pesaba mucho el hecho de que esta iniciativa tenía una impronta muy asistencialista, cuando el voluntariado busca generar un contacto personal, un vínculo de acompañamiento. Sin embargo, las cosas se fueron dando de manera increíble. De un día para el otro, el banco en el cual tienen la cuenta de la Asociación, les comunica que habían ganado un premio económico, con el cual era posible comprar los insumos para generar esta iniciativa. Y así fue que comenzó a hacerse realidad, en pocos meses, esta ayuda concreta en un momento de emergencia como el actual. Al que, además, según suma Melina, desde el voluntariado, transformaron el momento en algo más que una simple entrega de alimento, sino en un momento de encuentro entre quien entrega la vianda y la familia que va a buscarla. Además sumando un pequeño postre en la vianda, para que esta linda sorpresa transforme esta situación tan dura.

Y al momento de responder por qué vale la pena dar el tiempo propio por algo así, Melina reflexiona: “la verdad que cuando conocí esta posibilidad de cambiar mi vida y abrir los ojos, ya no los pude cerrar más. Creo que vale la pena seguir intentando cambiar la realidad desde lo que podemos hacer, que no es muchísimo, pero es algo”.

“Yo estoy muy agradecido a este espacio, porque me hizo pararme desde otro lugar y aprender mucho de muchas realidades que quizás mucha gente prejuzga sin conocer y me siento un afortunado”, afirma Ismael y continúa, “yo creo que hay una transformación de la sociedad en lo que hacemos, aunque no lo veamos y además es importante seguir creando esta oportunidad de encuentro para que más gente tenga esta posibilidad”.

Ismael cuenta que un día, una de las profesoras impulsoras de todo esto, Natalia, hizo un comentario que lo marcó profundamente:

Hay sistemas y sociedades que quizás pueden funcionar mejores que otros, pero hasta que no se cambien los corazones de las personas, todo lo demás se puede corromper.

Es necesaria esa transformación de los corazones, y él cuenta que uno de esos corazones es el suyo, y lo cuenta de esta manera: “por ejemplo un día en el tren me di cuenta que había invisibilizado a las personas que pasaban a pedir limosna o vender cosas, hasta que un día, una de esas personas era Andrea, una señora que había conocido a través del voluntariado. Un nombre con una historia que yo conocía hizo que a partir de ahí nunca más fuera indiferente quien me pasaba al lado”.

Y Melina concluye: “nos cambia el corazón a los que somos parte y, de alguna manera, quizás les cambia por un rato de la semana, la realidad a quienes vamos a ayudar y eso tiene sentido… tenemos la certeza de que ese encuentro vale la pena y a su modo está cambiando el mundo”.


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