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“Naturalizar la paz en los niños”

 
28 mayo 2018   |   , ,
 

La historia de Victoria Romero y Esteban Bongiovanni, que junto a sus dos hijos, decidieron dejar todo e ir a vivir a San Marcos Sierras, Córdoba, para llevar adelante un hogar de niños judicializados.

Victoria, Esteban y sus hijos, Francisco (10) y Enzo (8), son de La Falda, un pequeño municipio muy turístico de Córdoba Argentina. Allí vivían, trabajaban, iban a la escuela, como cualquier familia. Sin embargo, hace 4 años, hicieron un cambio drástico en sus vidas. Y, según cuentan, lo hicieron como respuesta a un llamado de Dios. En 2014 se mudaron a San Marcos Sierras, un pueblo más al norte, para llevar adelante el Hogar Sierra Dorada, donde cuidan a decenas de niños judicializados que viven allí hasta cumplir la mayoría de edad, ser adoptados o ser restituidos a su familia de origen.

Estamos sentados en una de las mesas del comedor externo, mientras Victoria y Esteban cuentan: “Teníamos una idea nefasta de los hogares de niño, como de las películas, donde por ahí se agrede o maltrata a los niños. Aquí se vive una realidad muy diferente, es como una gran familia. Se busca su mejoría y se trata de desnaturalizar la violencia y las condiciones en la cual vivían, para que entiendan que lo normal a esa edad es vivir en paz, jugar y estudiar”. Los niños que vienen aquí son sacados de su familia de origen por vivir en condiciones de violencia, maltrato, violación y/o abandono. En este momento viven allí 28 chicos que tienen desde pocos años, hasta 17 años de edad.

“Nuestro trabajo puntual va desde recibirlos, la mayoría viene con lo puesto y de haber sido maltratados, golpeados, mal alimentados, etc. y desde que llegan, se trata de contenerlos, de darles cariño y acompañarlos, porque acá somos como mamá o papá. Tenemos un gabinete técnico con psicólogos que los siguen, pero los que vivimos acá estamos en el día a día. Les inculcamos el tener orden en sus vidas, a ayudar en la casa. Va desde darles un cepillo y enseñarles a lavarse los dientes, bañarse todos los días, ropa nueva, hasta educarlos a que sean responsables de sus tareas y en la escuela”. Explican orgullosos que cada uno de los chicos tiene su propia ropa, sus propias pertenencias, “como en cualquier familia”.

Con una gran sonrisa en el rostro, Victoria cuenta una de las tantas historias que experimentaron juntos: “Hace unas semanas fuimos a un hotel con todos los chicos, porque nos invitaron a ir de fin de semana. Yo no había hecho mi cama, porque pensé ‘estamos en un hotel’. Y de repente, para mí fue impactante ver que los chicos habían dejado todas las habitaciones ordenadas, los baños impecables y la cama hecha. Así que tuve que volver a mi habitación, con lágrimas en los ojos, a hacer mi cama, porque me di cuenta de que yo no la había hecho, pero sobre todo porque fue ver un fruto del trabajo, sentir que vale la pena, porque esto se lo llevan a donde vayan”.

Dejar todo y empezar de cero

“Nosotros siempre contamos que un año antes de conocer el hogar nos sentíamos muy desordenados, como familia, económicamente, además yo trabajaba de noche, ella estaba sola con nuestros hijos y veníamos siempre complicados, con muchos problemas de salud respiratorios, etc. Veníamos pidiéndole a Dios un cambio de vida”, relata Esteban.

Conocieron este lugar a través de la Iglesia. Julio, el fundador del Hogar, les ofreció ir a trabajar y, en muy poco tiempo, y luego de ordenar algunas cosas en La Falda se fueron a vivir al Hogar. “Al principio fue todo un desafío, una aventura, pero de a poco nos fuimos acomodando y fue increíble cómo se nos adecuaron las cosas. Los chicos no se enfermaron más, podíamos hacer vida de familia, nos pudimos ir de vacaciones”, cuentan satisfechos.

La respuesta a un llamado

“Nosotros esto lo vivimos como una vocación de servicio al que fuimos llamados. Sin embargo, siempre decimos, de todas maneras, que para nosotros no tenés que ser un loco que deja todo y se va a vivir a un hogar de niños, sino que lo podés hacer con el prójimo que está al lado tuyo, estés donde estés. Empezando por lo más chico, como darle el asiento al anciano en el colectivo, hacerse la cama, los buenos modales, de manejar el automóvil tranquilamente y sin violencia, etc. y de ahí ir contagiando las buenas acciones”.

“Entendemos que Dios nunca nos va a soltar la mano si hacemos las cosas bien, como correponde, sin esperar nada a cambio, con humildad y confiando. Y la realidad es que da resultado y eso nos confirma que estamos haciendo bien las cosas”, concluye Esteban.

Un trabajo de muchos

Desde la Fundación y en el Hogar, constantemente están buscando mejorar la casa, pintar, agregar juegos, incluso consiguieron que les donaran una piscina para el verano, que es muy caluroso. Para ello, saben que es mejor aliarse con diferentes organizaciones e instituciones que buscan hacer acciones positivas. Así consiguen fondos, ropa, alimentos, para que los chicos siempre vivan en mejores condiciones. Constantemente realizan campañas para llevar adelante actividades con los chicos, como por ejemplo, “Viajar te sana”, que se basa en juntar fondos para que los niños conozcan el mar y puedan disfrutarlo. Juntan útiles escolares para el colegio, y un sinfín de actividades más.

Ellos son testigos de que “La gente es muy solidaria y más cuando conoce la realidad del lugar y genera un vínculo con los chicos. Hay jóvenes del extranjero que realizan pasantías de trabajo social, también estudiantes universitarios argentino. Es mucha la gente que es parte del hogar, aun desde afuera (…)­­ Sabemos que sin la gestión de Julio y Patricia Laciar, que son los fundadores, y las diferentes personas que nos ayudan, esto se hubiera cerrado hace tiempo”, concluyen Victoria y Esteban.

Fundación Sierra Dorada

Este lugar nació hace 18 años, cuando sus “tíos fundadores”, Julio y Patricia Laciar, empezaron el Hogar en San Marcos, en la casa donde vivían. Empezaron cocinando con una olla gande, leña y bañando a los chicos en la acequia, porque no tenían nada, salvo la generosidad de querer cambiar la realidad de estos niños que venían de realidades muy crudas. De a poco, gracias a su buena gestión, mucho amor, y a la solidaridad de muchas personas, el lugar fue creciendo y edificándose para llegar a ser lo que es hoy: un predio con espacio de habitaciones, baños, cocina, cancha de fútbol, espacio de juegos, piscina, todo en medio de la naturaleza serrana cordobesa.

Además, hoy no llevan adelante solo este Hogar, sino una Fundación, que tiene 4 Hogares-Talleres (San Marcos Sierras, Embalse de Río III, Rumipal y Salsipuedes) y diversos programas de acompañamiento familiar, hogares, becas para voluntarios, entre otras actividades más.

“Nuestra preocupación no debe ser solamente por la gente que hace cosas malas, debe ser también por la gente buena que no hace nada por su semejante”, dice Martin Luther King y Julio y Patricia lo citan y agregan: “Desde que comenzamos hasta hoy, nos hemos dedicado a promocionar acciones de buena voluntad y sumar más personas a este sentir”.


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