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Una diplomacia de pequeños gestos

 
22 febrero 2022   |   , ,
 

¿Cómo se vive en Kiev (Kyiv), en estos días de tención por una posible guerra? Hemos estado entrevistando a Mira Milavec, que lleva casi tres años en Ucrania.

Vientos de guerra han estado soplando durante las últimas semanas en Europa del Este, con el tira y afloja entre el gobierno filo occidental de Kiev (Kyiv) y el de Rusia. Desde hace varias semanas se respira una tensión entre los dos países que dura al menos desde 2014 y tiene causas políticas y económicas concretas que vienen de mucho más tiempo atrás. No quisiéramos hacer un análisis geopolítico, no nos compete, pero hemos querido escuchar la voz de quien vive en primera persona, directamente, esta situación. Así, hemos contactado a Mira Milavec, eslovaca, que desde hace tres años vive en Kiev (Kyiv).

Los medios de comunicación nos están contando todos los días lo que pasa en Ucrania. ¿cómo lo contarías tu, que vives precisamente en Kiev (Kyiv)?

«En estos últimos tiempos nos han hecho entrevistas en diferentes emisoras radiales, televisivas y nos preguntan cómo estamos viviendo: te digo la verdad, nosotros no vivimos la tensión como se cuenta en el exterior. Sabemos que hay problemas, que podrá haber una guerra y nos estamos preparando al así llamado “plan B” pero aquí estamos tratando sobre todo de ir adelante con todo lo que la cotidianidad nos pide y con nuestro trabajo basado en el diálogo».

Cuando hablas de trabajo basado en el diálogo ¿a qué te refieres? ¿por qué?

«Yo estoy en Kyiv para apoyar y animar la comunidad del Movimiento de los Focolares, y trabajo en Caritas, de la mañana a la noche, por trabajo, pero sobre todo por una elección de vida, busco el diálogo en toda ocasión».

¿Cuáles son las dificultades más evidentes que has encontrado?

«Ucrania es un país muy heterogéneo, un pueblo rico pero que ha sufrido muchísimo. La mayoría son de la Iglesia Ortodoxa, pero si nos ponemos a hablar con la gente sobre lo que está sucediendo, algunos están dispuestos a salir a las calles para protegerse, y esto te hace entender que todavía hay mucho qué hacer, el camino del diálogo es muy difícil».

¿Qué piensas de esto, por qué?

«Por lo que decía antes. Es gente que ha sufrido mucho, tiene una historia compleja y ahora se encuentran viviendo solos, abandonados por los rusos y ahora también de Europa, que aquí se tiene la impresión de que está muy lejana y preocupada por sus propios intereses. Este abandono ha llevado, también a nivel personal, a un individualismo que en una situación de tensión así puede explotar».

Tu vives en Kyiv desde 2019, ¿qué puedes decirnos sobre el pueblo ucraniano?

«Por un lado está eso que he dicho: gente tradicional que tendencialmente todavía tiene dificultad a ver y entender que el otro es mi hermano. Y por otra parte en cambio, cuando te pones a escucharlos, y esta es mi experiencia, la gente te da todo, te abre el corazón y realiza muchas acciones concretas de cercanía con los demás. El individualismo nace del miedo, del sentirse solos, no por el deseo de alejarse de los demás».

¿Cómo se hace para conquistar esta confianza de los demás?

«Por ejemplo con la elección de quedarme. En los últimos días, como extranjeros, previendo lo peor, hemos tenido muchas ocasiones y ofrecimientos, también diplomáticos, para regresar a nuestros países. Yo, junto con mis compañeras y mi comunidad, hemos hecho un discernimiento y enseguida ha sido claro que no habríamos podido irnos. Esta es nuestra gente, nuestra familia, aquí con ellos tenemos y queremos quedarnos. Esta elección ha impresionado a muchas personas, que se han dado cuenta que pueden confiar en nosotros, han entendido que estamos aquí por algo más grande».

El diálogo sigue siendo un desafío…

«El 26 de enero pasado, en la Jornada de Oración deseada por el Papa Francisco por la paz en Ucrania, el Nuncio Apostólico en la Misa hablo especialmente de la oración por los enemigos. No es fácil, pero aquí entienden que, para responder al desafío, es necesario sobre todo la vida, el testimonio, en las cosas pequeñas y en las cosas grandes, para mostrar una alternativa posible y una mirada más amplia. El desafío es lograr ser fieles precisamente a este testimonio. Pero ya el elegir quedarnos, como decía antes, ha sido muy fuerte, ha sido una sacudida. Y no solo la decisión de nosotros del Focolar, sino también la de la Iglesia y de muchas personas que hacen mucho bien y no han escapado».

¿Se ayudan mutuamente?

«Sí, claro, estamos conectados, cada uno trata de ayudar al otro, ya sea en la elaboración del “plan B” o indicando lugares más seguros en caso de peligro, pero sobre todo animándonos mutuamente y haciendo bien nuestra parte».

¿Cuál es tu parte ahora?

«Es trabajar en un proyecto Caritas contra la violencia doméstica y la protección de las mujeres. Es un proyecto que comenzará el 1° de marzo, y lo estamos llevando adelante a pesar de todo, porque es lo que tenemos que hacer»

Están haciendo muchos esfuerzos y mientras tanto la política va por otra parte…

«Esto no sabría decírtelo, pero puedo decir, sin dar nombres, que hay algunos diplomáticos, embajadores, las esposas de los embajadores que creen en el diálogo, oran por esto, trabajan por esto. Es un trabajo durísimo, pero esencial, que antes o después dará sus resultados».

¿Rezan?

«Sí rezan, rezan todos por la paz, en ciertos casos también juntos, y tratamos de poner en acto aquella diplomacia de la fraternidad de las pequeñas cosas que luego marca la diferencia. Esto, además de la ayuda mutua que se está dando, te hace entender que realmente el amor es más fuerte que todo».

Y nosotros, ¿Qué podemos hacer?

«Promover este diálogo, dialogar a toda costa, también en las pequeñas cosas de la vida: preguntarse y hacer discernimiento frente a cada situación difícil: ¿puedo crear pánico, más división o hago algo por el diálogo? Por los vasos comunicantes, lo que tu vives también me hace bien a mí y a nosotros en estos momentos, sin saber si viviremos o no, pensamos dos veces lo que voy a decir o hacer. Sobre todo a aquello que queda. Y al final lo que queda es que somos hermanos. No hay nada más».


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