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Una experiencia más allá de las rejas: relaciones de cuidado mutuo

 
15 junio 2021   |   , ,
 
Imagen de Free-Photos @ Pixabay

Marta, una joven italiana licenciada en jurisprudencia, habla sobre su carrera como voluntaria al Servicio Civil en la prisión de Prato. De una mirada de condena, pasó a construir relaciones de amistad profunda con los detenidos, bajo la bandera del respeto y del cuidado recíproco.

Martha Veracini, de 29 años, de voz tímida, pero con fuerte determinación, nos cuenta su recorrido “detrás de las rejas”. Después de haber obtenido un título en derecho, trabajó durante un período en el Tribunal de Prato, su ciudad. Allí realizó trabajo de oficina en contacto directo con las sentencias del juez que establecían las penas de los detenidos. «Cada vez que las leía -cuenta- me quedaba muy turbada, sobre todo cuando se trataba de crímenes violentos. Me parecían demasiado pequeñas en comparación con el crimen que había sido cometido». No queriendo quedarse en estas impresiones, Marta decidió averiguar más: cursó un máster en criminología; poco después, se unió al proyecto del Servicio Civil organizado por la universidad de Florencia, a través del cual los voluntarios ayudan a los detenidos en preparación de los exámenes universitarios.

«La primera vez que entré a la cárcel -dice Marta- y escuché cerrarse las puertas de seguridad electrónica detrás de mí, me di cuenta de que todo era muy diferente a lo que me dijeron: no encontré ningún “monstruo”, como a veces, algunos detenidos son definidos por los medios de comunicación o en las discusiones de bar. Simplemente encontré personas que, al fin y al cabo, no eran tan diferentes de mí: padres, madres, hijos, nietos… todos con su miedos y fragilidades. Personas con las que descubrí que podía instaurar un diálogo y una relación, antes que nada, profesional, luego de amistad, fundada sobre el respeto y escucha mutua».

Con el paso de los meses, la mirada de Marta hacia los detenidos se transformó completamente: se dio cuenta que no era solo ella quien ayudaba o daba apoyo a los presos, sino que era, sobre todo ellos, quienes la apoyaban y cuidaban. «Es de arrogantes e ilusos creer que el mundo esté dividido en dos partes: una que tiene que enseñar y cuidar, la otra que debe aprender y recibir ayuda pasivamente. Cada uno tiene algo para dar al otro, aun los peores criminales. Estos últimos, a fuerza de ser etiquetados como monstros, al final, a menudo se convencen que lo son». En cambio, ir más allá de las etiquetas, les puede ayudar a darles nuevas posibilidades. Precisamente por esto, Marta tomó una decisión desde el principio: nunca quiso saber los crímenes por los cuales los detenidos estaban en la cárcel. Quería verlos sólo como personas, no como crímenes que han sido cometidos. Esto la ayudo a transformar su mirada hacia ellos, y ha facilitado el nacimiento de relaciones que no eran entre un detenido y un voluntario, sino simplemente entre dos personas. «He aprendido que, si el odio genera odio, es igualmente verdadero que el respeto genera respeto: y ¡es casi matemático!».

Marta cuenta una de las muchas anécdotas de su experiencia: «Una vez estaba ayudando a un estudiante en la preparación de un examen de derecho. Durante la semana precedente al examen, yo había perdido a un ser querido de mi familia y él recibió la confirmación de la sentencia en el tribunal de apelación. Ambos estábamos en muy malas condiciones. Las lecciones se convirtieron para ambos en una oportunidad de alejarse de todo lo que estaba sucediendo. Él, sin embargo, estaba albergando mucho dolor dentro de sí, que solo logró confiarme durante la última lección. Cuando me reveló todo lo que sentía por dentro, me sorprendió tremendamente. Sufrí tanto por él que al final estaba destruida. Llevar juntos el peso de ese dolor, nos ayudó a ir adelante, aun en el sufrimiento, haciéndonos más fuertes. El día del examen, una vez concluido, él fue a agradecerme, diciéndome que sin mí no lo habría logrado». Al pronunciar esta última frase, Marta no pudo contener la emoción. «Por una parte, dentro de mi familia, una vida había terminado, pero al mismo tiempo sentía que acababa de salvar otra».

Al final del año de Servicio Civil, Marta tuvo la idea, junto con un estudiante de Ciencias Políticas que estudiaba la historia y el valor del concepto del “cuidado”, de escribir un tema sobre este artículo, titulado La relación que cura*. A continuación, algunos extractos, que muestran cómo el año de experiencia de Marta haya sido realmente un recorrido de transformación de la mirada entre quien está de un lado o del otro de las rejas. Un año en el cual el cuidado recíproco permitió crear relaciones verdaderas, humanas, de amistad y de mutuo respeto. De hecho, Marta decidió no poner fin a esta experiencia: todavía hoy es voluntaria en la cárcel, y después de un año de apoyo a distancia debido a la pandemia, finalmente volvió a mirar a los ojos a las personas que quiere cuidar recibiendo cuidado en cambio.

(…) Queremos intentar expresar lo que experimentamos cada día entre los muros de la prisión. Un lector que nunca haya visitado estos lugares puede preguntarse: ¿Cómo podemos hablar de cuidado, atención a los demás, respeto, entre asesinos, violentos, estafadores y narcotraficantes? ¡Nada más equivocado! En este año que hemos pasado juntos hemos experimentado, de ambas partes, detenidos y voluntarios del Servicio Civil, como precisamente aquí, donde nadie lo creería posible, se puede lograr esa forma de “cuidado” que es una medicina que cura todas las heridas».

«(…) La certeza que llevamos dentro de esta experiencia y que nos hace pensar en el futuro con optimismo es que, si hay respeto hacia el otro, se puede construir un mundo mejor también detrás de las rejas».

*El artículo fue publicado en Spiragli, revista de la penitenciaria universitaria de Toscana, en cuya web se puede encontrar el artículo completo. (haga clic en “Spiragli n.3 y luego vaya a página 15).


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