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El tesoro del mundo

 
10 marzo 2023   |   , ,
 

Un paseo por la extraordinaria biblioteca personal de Umberto Eco, que se convierte en un viaje en el pensamiento de este filósofo y escritor y es una reflexión sobre la belleza y el lugar que, al preservarlo protege la memoria del mundo: la biblioteca. Un hermoso documental dirigido por Davide Ferrario, lleno de ideas para reflexionar sobre nuestros tiempos complejos. Umberto Eco –La Biblioteca del Mundo, del 2 de marzo, en Italia, en el cine.

El hermoso documental “Umberto Eco – La biblioteca del mundo” de Davide Ferrario abunda en frases inmersivas. Sus palabras resumen el pensamiento de Umberto Eco al tiempo que rinden homenaje a ese maravilloso invento llamado libro: una herramienta inmortal para la empatía, una vía para entrar en la cabeza y en el corazón del otro.  Esta película desgrana reflexiones plenas que, plasmando la esencia de un escritor de renombre internacional, canta la belleza del objeto pequeño e infinito con el que los seres humanos se conocen y entienden, construyen el acceso a lo verdadero, lo bueno y lo bello.

Se recupera la capacidad de Umberto Eco para armonizar profundidad y ligereza, inteligencia apasionada, ironía explicativa. Pero esta obra estrenada en el cine (en Italia) el 2 de marzo hace más: Razona sobre el conocimiento en relación con nuestra época desbordante con respecto a la información recibida. Este tiempo paradójico en el que, decía Eco, «todo lo que circula queda registrado, y al saberlo ya no sentimos la necesidad de recordarlo».

La película nos habla del libro a través del lugar que lo conserva y lo contiene: aquella biblioteca «símbolo y realidad de la memoria colectiva», dice el autor de El Nombre de la Rosa, que cita a Dante del canto XXXIII del Paraíso para hablar de ese tesoro de páginas, palabras e historias: el Dante que compara los libros con Dios, que tiene «unido con amor en un volumen lo que para el universo se divide». Es decir, lo que en el mundo vemos dividido, disperso, explica Dante con su inmensa poesía, está recogido en Dios: Dios como biblioteca ideal del hombre, entonces, como «biblioteca de bibliotecas» precisa Eco. Quien luego agrega: «El conjunto de las bibliotecas es el conjunto de la memoria de la humanidad». Donde la memoria es el pegamento que une los pasos del hombre. «Sin memoria –resume- no se proyecta ningún futuro» e inventa una imagen para reiterarlo: «Somos como el atleta que para dar un salto hacia adelante tiene que dar siempre un paso hacia atrás». La palabra “memoria” es clave en este documental culto, pero también delicado y agradable, como supo ser Umberto Eco. Una memoria «vegetal» (del libro), «orgánica» (del cerebro) y «del silicio» (electrónica), distinguía el semiólogo, y no sabemos la duración de ésta última. Esa memoria que posee una «doble virtud», porque «conserva» y «filtra», y en este presente en el que internet conserva todo, pero no filtra nada, surge un «nuevo desafío»: Ya no «lograr poseer tanta enciclopedia como sea posible, si no deshacerse de tanta enciclopedia como sea posible». Para evitar «la posibilidad teórica de que seis mil millones de habitantes del planeta, navegando cada uno a su manera por la red virtual, formen seis mil millones de enciclopedias diferentes».

Es un reflejo más de este documental que tiene su centro de gravedad en la biblioteca personal del pensador: Un espacio maravilloso que contiene 30.000 libros modernos y 1.200 antiguos. Un lugar «vivo –explica el hijo Stefano- no un archivo», no «una biblioteca codificada en el sentido clásico». Por ello, el director inserta una secuencia poética de la sobrina de Eco que patina sobre esa joya donada hoy «por la familia al Estado Italiano, gracias a un acuerdo que prevé su estudio y su valorización en la biblioteca universitaria de Bolonia y la biblioteca nacional braidense de Milán».

El magnífico detalle, en “Umberto Eco – La iblioteca del mundo”, se vuelve universal: una red real y fecunda cuando el director acaricia las palabras del protagonista con imágenes de otras bibliotecas repartidas por el mundo: la Real de Turín, la Braidense de Milán, la Stadt Bibliotheck de Stuttgart, más otras hasta la Biblioteca Vasconcelos de la Ciudad de México y la Biblioteca Bihai de Tianjin, China. Rincones de belleza, puntos de luz esparcidos por el planeta, lugares de encuentro y paz, de un silencio que facilita el conocimiento verdadero. Ese silencio que nos enseña a elegir y combate aquel «demasiado» peligroso que se convierte en «rumor y el rumor –agrega Eco- no es instrumento de conocimiento».

La última, entre sus tantas citaciones, sobre el tema del silencio fértil, es la del Libro primero de los Reyes, cuando Elías, en la cueva del monte Horeb, es rodeado por “un viento impetuoso y fuerte capaz de partir las montañas y romper rocas”. «Dios no se encuentra en el ruido –dice Umberto Eco- Dios se revela solo en el silencio». Añade que «Dios está donde no hay agitación». Aquí todavía hay material para la reflexión, para entrar en una relación critica con nuestro tiempo y con nuestra forma de comunicarnos. He aquí otro punto de partida para este homenaje al libro, a las bibliotecas y a ese oficio de novelista que se hace, explicó Eco, con «la sierra, el cepillo y el martillo»: herramientas «para crear mundos».


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