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Esperanza, comunidad y renacimiento en un remoto rincón de Inglaterra

 
12 enero 2024   |   Reino Unido, Película, Ken Loach
 
The Old Oak_Lucky Red
The Old Oak_Lucky Red

Muchos temas fuertes en la nueva película de Ken Loach, simple pero poderosa: The Old Oak, presentada en el Festival de Cannes. Habla de trabajo, migración, de la importancia del encuentro, del escándalo y del estar juntos para formar la fuerza de una comunidad.

Sin embargo, la capacidad de TJ Ballantyne para renacer dentro del sufrimiento brilla: un hombre que cayó y corrió el riesgo de perder la vida. La primera vez que vio morir a su comunidad de mineros en el norte de Inglaterra, tras el duelo perdido contra Tatcher en los años 1980. El segundo, como consecuencia de las heridas de aquel desencanto, cuando dejó sufrir a su esposa hasta perderla. La tercera vez cuando, aún abatido por el cumulo de dolor, pensó en el suicidio, pero fue detenido por el destino, o tal vez por algo más grande.

Ese día, TJ renació, o al menos continuó a respirar, gracias a un perrito que se le acercó en el momento más oscuro. Se llama Marra, que entre los mineros significa compañero, más que un amigo, el que te respalda, el que te puede salvar la vida. Ese animalito se ha convertido en una vida para amar, para defender, alguien por quien vivir, un apoyo para renacer cada día, al menos la herramienta para poder levantarse de la cama por la mañana, en el moribundo pueblo de TJ Ballanatyne, porque está privado de la esencia humana llamada sociabilidad.

Pasa sus días en su cervecería, TJ, entre fotografías en blanco y negro de los mineros todavía unidos y fuertes, y de un puñado de clientes lúgubres y enfurecidos por el cierre de su territorio y por una pobreza que no es solo económica. Más ignorantes y degradados que los verdaderos racistas, pero no por ello inertes y constructores del bien.

El lugar, tan abandonado como su dueño, se llama The Old Oak: el viejo roble que da título a la película. Un árbol tan fuerte como lo es el propio TJ, que permanece de pie en la tormenta, en las estaciones duras y frías, marcado, plantado y firme hasta que la vida misma, un día en nuestra época de guerras y migraciones, le ofrece una nueva oportunidad de nacer de nuevo.

Esta oportunidad pasa por el rostro de Yara: una joven siria que ha llegado al decadente pueblo junto a otros pobres que han huido de las bombas, la violencia y la muerte. Aprendió inglés ayudando a trabajadores humanitarios extranjeros en su azotada tierra natal y tiene pasión y talento para la fotografía. Tiene una familia numerosa y frágil con ella, en ese frío rincón de Europa cerca de New Castle, pero no tiene a su padre con ella: tal vez asesinado, o quizás prisionero en las terribles cárceles sirias.

TJ ve algo en esa chica necesitada. Intuye que a partir de ese sufrimiento individual y colectivo de desplazados, puede renacer una comunidad. Y puede renacer él mismo, redimiéndose en parte también de los errores de la desesperación. Habla poco, TJ, pero trabaja duro para que la máquina fotográfica de Yara, destruida por un holgazán local que solo malgastaba el dinero en su cervecería, sea reparada.

Pone a disposición su furgoneta para transportar los productos de primera necesidad a los sirios dispersos en las casas de pueblo y vuelve a abrir la sala interna del negocio, cerrada desde tiempos pasados de la comunidad de mineros que aún vive, cuando comer juntos no era solo para saciar el hambre, sino para nutrirse recíprocamente. Abre de nuevo aquellas puertas para preparar almuerzos y compartir con los nativos y extranjeros.

Sobre esta piedra urbana seca por la Historia, vuelve a germinar el zumbido fértil del encuentro, se reforma la naturaleza humana del diálogo y del compartir. De esa esperanza de la que habla Yara en un conmovedor monólogo hacia el final, dentro de una catedral de antigua e impresionante belleza.

Sin embargo, también llega la cizaña, entre el trigo metafórico de la película: la cizaña banal y dañina de la envidia, el miedo, el cansancio y el encierro, para destruir, o quizás solo para intentar hacerlo, esa armonía en el proceso de resucitar, ese renacimiento más fuerte que los anteriores.

El final de The Old Oak está suspendido: está nuevamente el dolor, pero no está dicho que sea la derrota, parece que el maestro Ken Loach nos dijera: uno de ochenta y siete años en gran forma, junto con su fiel guionista, Paul Laverty. Nos lo dice con esta película lineal, austera pero no esquemática o pobre de emociones, tan sencilla como llena de sustancia. En general potente, con abundantes temas fuertes y bien armonizados, como el trabajo de los humildes, los explotados como los migrantes sin nada, la importancia del estar juntos, de las heridas comunes que se curan unos a otros con una nueva unidad; la solidaridad que presupone una relación de iguales, de intercambio edificante.

Por esto TJ ofrece su local después de haberlo negado a sus habituales clientes, atrayendo su ira no solo teórica. Lo hace porque aquellos lo habrían usado para dividir, para extinguir, para destruir un encuentro potencialmente salvador. Estos últimos, sin embargo, lo llenan de ganas de construir el futuro. De esa esperanza que para algunos es obscena, dice Yara en la iglesia, y que, si «a veces puede crear dolor», es también aquella por la que «si dejo de esperar, mi corazón dejará de latir».

La esperanza está ahí en Old Oak, se respira en la joven Yara y en el maduro TJ. Ella ilumina y perfuma la película, pero no está sola: debe convivir con la fragilidad humana que la lleva a culpar a «los pobres que están debajo de nosotros», TJ dice todavía a un viejo amigo, un ex compañero de escuela, hijo de un minero, así como él. Se lo dice después que lo traiciona y boicotea, porque fue víctima de su triste destino. En una de las últimas secuencias de la película, lo encontraron en el lugar donde la naciente comunidad acababa de encontrarse en un momento de dolor compartido.

Puede ser, entonces, que también este hombre pueda sentir dentro de sí, inmediatamente después de los créditos finales de The Old Oak, el inmenso placer del renacimiento.

theoldoak_luckyred_4
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