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Los chicos del refugio de Tagpuro

 
1 diciembre 2020   |   , #daretocare,
 

María Liza es la jefe de la procuraduría de Tacloban, en Filipinas, la ciudad que en el 2013 fue tan duramente golpeada por una de las tormentas más fuertes de la historia, el tifón Haiyan. Es aquí donde ella con sus colegas abogados, en colaboración con los jóvenes de los Focolares y los voluntarios de la parroquia local de Our Lady of Hope (Nuestra Señora de la Esperanza), se involucraron juntos, por el bien de los niños de la calle y los menores en riesgo alojados en el Centro de acogida del barrio de Tagpuro.

El Centro de Desarrollo Social para la infancia (SDCC) es un albergue para muchachos ubicado en el barrio de Tagpuro, en la parte septentrional de Tacloban City, en la región central de las Eastern Visayas (Filipinas), la ciudad que en el 2013 fue tan duramente golpeada por una de las tormentas más fuertes de la historia, el tifón Haiyan. El Centro, gestionado por los servicios sociales (Social Welfare and Development Office) de la administración de la ciudad, está compuesto por dos estructuras separadas, encargadas de las diferentes necesidades de los niños de la calle y de los menores en situación de riesgo (Nota del editor: en idioma original “children in conflicto winth the law”) entre 5 y 18 años.

«En este momento de pandemia, nos hemos dado cuenta de la difícil situación de los niños de la calle y de los muchachos en conflicto con la ley alojados en el centro de acogida de la administración municipal» dice Maria Liza Jorda, jefe de la fiscalía de Tacloban. Maria Liza sabe muy bien lo que significa estar en condiciones de necesidad, habiendo experimentado de primera mano la destrucción provocada por el tifón Haiyan en el 2013, el drama de los muertos y los saqueos[1]. Hoy son los niños del albergue quienes están en dificultad a causa de la falta de fondos para el mantenimiento de las casas de la administración de la ciudad.

«Conociendo la difícil situación de estos pobres niños, decidimos contactar a nuestros colegas abogados y fiscales, hemos tratado de enfrentar sus diversos problemas, colaborando con los Focolares de nuestra ciudad, los jóvenes, los voluntarios, los feligreses del padre Dave Carillo de la parroquia de Our Lady of Hope. Juntos recolectamos continuamente fondos para abordar la falta de suministros y medicamentos en el Centro. Incluso el alcalde de la ciudad agradece lo que estamos haciendo» me explica Maria Liza. Aquí en Italia son sólo las 8 de la mañana, donde ella, son las 15 y la encuentro en medio de su trabajo cotidiano. Sobre la mesa tiene la declaración juramentada de algunos de los menores de Tagpuro por presunta violencia física por parte de cuatro agentes. El caso es seguido por una de las fiscales que colabora con ella en el Centro: «También nos ocupamos de esto… -y después de un solemne momento de silencio, como para encontrar las palabras apropiadas, continúa- tenemos el valor de cuidarlos».

Le pregunto de dónde provienen los menores, sus historias. Ella me responde: «Hay niños que vienen de la calle, abandonados de los padres, llevados o encontrados por los asistentes sociales o por cualquier otro residente de la ciudad. Después, están los niños “que tienen conflictos con la ley”, como decimos, que han cometido robos, rapiñas o que están acusados por posesión de drogas, posesión ilegal de armas blancas, y rara vez de armas de fuego». Estos jóvenes, seguidos por los servicios sociales, viven en el Centro que se convierte en su casa temporal. Aquí tienen alejamiento, alimentación, vestidos, apoyo educativo. Pero a menudo las asignaciones de la administración de la ciudad no son suficientes.  «Entonces, fuimos donde nuestro alcalde y nos ofrecimos. Era el 2019. Comenzamos poco a poco. ¿el albergue tenía un problema con el baño? Nosotros nos encargamos de repararlo pagando un fontanero. El año pasado con los colegas organizamos una linda fiesta de Navidad y ellos se convirtieron en nuestro “centro”. Todos contribuimos y pudimos dar un juego a cada uno. Pero nos pareció que no era suficiente. La casa está en muy malas condiciones y necesita renovación. La cocina es muy básica y no adecuada. Entonces, cada mes continuamos a recolectar fondos entre nosotros, cuando recibimos el salario, colaboramos para mejorar las condiciones de vida de estos menores». Después, llegó la pandemia, y la situación se agravó todavía más: «Con la pandemia la ciudad está sangrando. Quiero decir que también tiene una urgente necesidad de fondos para otros proyectos, los establecimientos comerciales no se han podido recuperar todavía del cierre… así, seguimos contribuyendo. Por ejemplo, con los suministros de agua porque no tienen agua potable. Cada mes, ponemos en común nuestros recursos para llevar agua a estos niños. Tenemos un chat donde los voluntarios comparten también las exigencias del albergue, que nos permite recaudar fondos adicionales. Y si, por alguna razón, un mes, alguno de nosotros no logra contribuir para los niños de Tagpuro, estamos seguros de que hay otros, mis compañeros, la parroquia, que lo hacen continuamente. La nuestra es una colaboración».

Pero la conquista más importante, finalmente nos explica Maria Liza, ha sido la de lograr llamar la atención de la opinión pública hacia el Social Development Center for Children: «Sobre todo, hemos llamado la atención de las autoridades y de los funcionarios hacia la situación del Centro. Si no hubiéramos entrado en el albergue, si no nos hubiéramos preocupado, nadie habría admitido nunca sus condiciones de vida. Por tanto… estas pequeñas cosas que hacemos han creado un cierto tipo de “preocupación” pública, para que la administración ciudadana realmente se haga cargo de estos niños».

[1] Maria Liza nos contó su experiencia del rifón del 2013 en un artículo publicado en New City y Cittá Nuova italiana.


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