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milONGa: 8 años de voluntariado internacional

Foto milONGa
Foto milONGa
Por Janeth Cárdenas Belmonte

Algunas de las experiencias e impresiones de los voluntarios que han sido parte, durante estos 8 años, de la experiencia de voluntariado internacional de milONGa.

“No vemos la hora de sumergirnos en una nueva cultura, en nuevas relaciones y de deslumbrarnos con un nuevo mundo”.

Con esta frase describen Silvia y Giovanni cómo estaban viviendo los momentos previos a su viaje hacia Ecuador. Ellos son los primeros voluntarios en Awanalink, uno de los últimos destinos de milONGa.

Y así, llenos de expectativas, sueños, miedos y deseos, parten cada año jóvenes de todo el mundo dispuestos a donarse y a poner las manos en el barro para transformar en algo, las realidades de desigualdad e inequidad presentes hoy en día.

Han pasado casi 8 años desde el inicio de las primeras experiencias de voluntariado milONGa; sin embargo, este sueño empezó años antes cuando desde la rama juvenil del Movimiento de los Focolares se sintió la necesidad de ampliar la mirada para fortalecer la participación de los jóvenes. En paralelo, en América Latina surgía UNIREDES, una red latinoamericana de organizaciones sociales que tienen la fraternidad como eje de acción social, quienes manifestaron su deseo de sumar a los jóvenes al trabajo que realizaban con las comunidades.

Por esa época, en el 2014, ocurrió otro antecedente importante: el proyecto Hombre Mundo, una experiencia que vivieron adolescentes de todo el mundo en donde tuvieron la oportunidad de hacer un voluntariado en diferentes puntos del continente latinoamericano. De allí surgió la idea de pensar algo permanente para los jóvenes, es decir, un Hombre Mundo, pero por un periodo más largo.

A finales del 2014 iniciaron las primeras reuniones entre el Centro del Movimiento de los Focolares, la Asociación Movimento dos Focolares en Brasil, Sumá Fraternidad en Argentina y algunos expertos en cooperación internacional. ¡No había límites! Fue una etapa de soñar juntos, sostiene Virginia Osorio, una de las ideadoras de milONGa. Se proyectó un voluntariado que se podía dar de diversas maneras, pero fue solo hasta que empezaron las primeras experiencias que se vió el sueño hecho realidad.

Los primeros voluntariados fueron el piloto de un programa que se iba construyendo a medida que los jóvenes iban surgiendo y las necesidades en las organizaciones se iban presentando. Esos primeros voluntarios fueron quienes osaron confiar en esta experiencia que para todos era nueva. Después, gracias al “boca en boca” que los mismos jóvenes iniciaron, el programa se fue difundiendo.

Foto milONGa
Foto milONGa

“No teníamos sitio web, no sabíamos si íbamos a tener apoyo de la cooperación internacional y, sin embargo, teníamos un documento detanllando las distintas oportunidades de voluntariado para dar a conocer en las redes».

De estas primeras experiencias aprendimos todos. De hecho, los mismos jóvenes se involucraron en el proyecto y ayudaron concretamente a su desarrollo.

A lo largo de estos años hemos vivido infinidad de experiencias junto con los voluntarios. Nos motiva las hermosas experiencias que se tejen a partir del servicio y la donación recíproca, como la de un par de españoles, Alessandra y Rodrigo, voluntarios en Paraguay, quienes al final de su voluntariado, en la fiesta de despedida, sorprendieron a toda la comunidad con una propuesta de matrimonio. A su boda invitaron a quienes los habían alojado y aunque no pudieron no asistir, hoy continúa esa relación y perdura ese sentido de familia que se generó durante su paso por UNIPAR.

También ha sucedido que varios jóvenes han encontrado su vocación profesional poniéndose al servicio de los demás o incluso hay quienes han llegado a cambiar de profesión debido a la experiencia que vivieron, como le pasó a Giacomo quien decidió estudiar antropología después de su paso por Kenia, o a Martina, quien después de estar un par de meses en Paraguay quiso dedicarse a la Cooperación Internacional.

Y hay quienes han hecho del voluntariado su estilo de vida. Nicoló y Ana, dos voluntarios que estuvieron en la Casa de Los Niños en Bolivia, crearon un vínculo tan fuerte con las personas del lugar que durante la pandemia generaron diversos proyectos para ayudarlos; pero además, ambos han realizado nuevas experiencias de voluntariado en otros destinos.

milONGa es “Una experiencia que llevo para toda la vida”, “Arriesgarse hoy”, “Un sueño que se hizo más que realidad”, “Donarse voluntariamente, una elección que sigo renovando”, “La experiencia más fuerte de mi vida”, “Los dos meses más intensos que he vivido”, “En camino a un nuevo hogar”… un sin fin de palabras y frases que expresan los sentimientos más profundos que tienen cada uno de los voluntarios y voluntarias que hacen una experiencia milONGa; y en una cosa coinciden todos: fuímos para dar pero recibimos mucho más… y esa, precisamente, es la gran apuesta de este programa, construir lazos de reciprocidad en donde todos tienen algo para dar y algo para recibir.


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