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VOCES | LÍBANO: ¿Aún puede renacer el fénix?

 
21 septiembre 2021   |   , ,
 
Foto de Jo Kassis en Pexels

Aún hay muchos conflictos armados en el mundo, innumerables los pueblos de la tierra que están viviendo tragedias humanitarias. Hoy Afganistán es el centro de la atención mediática mundial, pero… no es así para otros países. No Yemen o Myanmar, Siria, Nigeria, la república Democrática del Congo, Venezuela, Sudán del Sur, Somalia, República Centro Africana, para nombrar sólo algunos. En nuestra página web estos países encontrarán siempre espacio y atención. Pero con este artículo, quisiéramos hacer algo más: darles voz. Queremos dar voz a su hambre de paz, derechos, justicia, equidad, igualdad… comenzamos por el Líbano y el pueblo libanés, que lleva demasiado tiempo bloqueado en una crisis tanto política como social, económica y que trágicamente está obligando a “los mejores jóvenes”, también los más calificados, a migrar, a buscar esperanza en otra parte. El siguiente artículo nos llega desde la Tierra de los Cedros. Quien lo escribe es una mujer.

Septiembre 2021: dos años ya nos separan de la revolución del 17 de octubre de 2019 que vio a libaneses de todas las religiones converger en masivas manifestaciones, para decir no a la clase política que desde hace más de 30 años han llevado al país a la deriva, para denunciar la corrupción y el clientelismo difundido en muchas instituciones, haciendo que el Estado, en varios casos, sea inexistente.

La revolución de octubre de 2019 fue como el canto del cisne, un momento particularmente significativo que podía conducir a un cambio fundamental, pero que realmente no pudo recuperar la conciencia por parte del pueblo al haber elegido hombres políticos totalmente inadecuados que, en sus numerosos mandatos no se comprometieron de ninguna manera a cumplir las promesas hechas a los ciudadanos.

Una revolución que también ha sufrido la falta de liderazgo, la ausencia de figuras nuevas que pudieran ofrecer una visión de futuro, tomar el poder y reemplazar a la clase política corrupta.

En medio de la tempestad política y de la crisis pandémica, el Líbano tuvo que vivir el drama, no último, de la explosión del 4 de agosto 2020, que no es otra cosa que el resultado de un país “no gobernado” y, por lo tanto, expuesto a riesgos de todo tipo.

Y hoy, desafortunadamente, nos encontramos delante de una situación inédita; todo lo que está sucediendo en el Líbano no “tiene precedentes”: devaluación de la lira libanesa (20.000 L.L. contra un dólar es el actual cambio en el mercado negro); control ilegal del capital que los bancos ejercen tras la quiebra no declarada del país, escasez de electricidad, combustibles, medicamentos, equipos médicos y bienes de primera necesidad… y la verdadera tragedia y el éxodo de los jóvenes, de las familias que tienen posibilidades para dejar el país en busca de un mínimo de dignidad, precisamente aquellos que constituyen “la promesa del mañana”.

Los libaneses pasan horas en interminables colas, un agotamiento cotidiano por unos pocos litros de gasolina. La tensión crece entre las personas, y los conflictos se vuelven casi inevitables provocando episodios tristísimos como el de la explosión de un tanque de gasolina el 18 de agosto en la región de Akkar, al límite de Siria, en el que perdieron la vida más de 33 personas, sin nombrar los heridos.

Los hospitales, las escuelas y las universidades que hicieron la gloria del Líbano, ahora corren el riesgo de no poder continuar a ofrecer sus servicios…

El hombre está muriendo en el Líbano, no a “fuego lento” en secreto, sino a la vista de todos, ¡destruido por una premeditación calculada! Las decisiones políticas están dictadas por los intereses de la oligarquía gobernante, que es la única que sigue disfrutando de los servicios básicos, es decir, electricidad, combustible, productos alimenticios y de primera necesidad, mientras que el 55% de la población se encuentra por debajo del umbral mínimo de pobreza. Esta misma clase política continua a retardar la formación del gobierno por supuestas razones de equilibrio confesional, mientras la gente está muriendo.

Según el Banco Mundial, el Líbano está enfrentando la peor crisis económica que el mundo haya conocido desde finales del siglo XIX.

Se suceden manifestaciones en grupos pequeños, entre enfermos de cáncer que piden sus tratamientos y padres de los mártires del 4 de agosto que piden justicia para sus hijos o sus seres queridos…

Dicho esto, sabemos que no tenemos la exclusividad del sufrimiento, muchos pueblos sufren más que nosotros, pero lo que llama la atención es esta sucesión de eventos y dramas que corren el riesgo hacernos creer que sobre Líbano ha descendido definitivamente la noche y que no tenemos más nada que hacer sino esperar que amanezca.

Sin embargo, correría el riesgo de ser injusta y de pecar de omisión si no testimoniara la existencia de actos cotidianos de resiliencia que se cuentan por decenas, si no centenares: como por ejemplo la decisión de la universidad de San José de Beirut (universidad privada de los jesuitas, entre las más importantes del Líbano) de aceptar los pagos en liras libaneses y sostener con becas de estudio al creciente número de estudiantes en dificultades.

El Ministerio de Educación se ha comprometido a garantizar la energía necesaria para el funcionamiento de las escuelas públicas mediante la compra de paneles fotovoltaicos financiados por organizaciones internacionales.

Como es sabido, la ayuda estructural prometida por la comunidad internacional está condicionada a la formación del gobierno y a la voluntad de tomar en consideración verdaderas reformas de las instituciones del estado para erradicar el mal de la corrupción.

Muchos, a pequeña escala, luchan cada día para ayudar a las personas a obtener las medicinas. Pequeñas ayudas por parte de la comunidad internacional, pero sobre todo de privados, se cuentan a millares y es así que nació la idea de una valija humanitaria: algunas compañías aéreas permiten al pasajero que se dirige a Beirut, llevar una maleta más, para transportar productos indispensables para el Líbano.

Los medicamentos se recolectan en todo el mundo y son enviados por muchos inmigrantes libaneses y por otros.

Pero, en realidad, ¿cuál es el valor de estas iniciativas (sobre todo las pequeñas) frente al colapso general del país? ¿Serán signos de la Providencia? ¿Serán gestos de esperanza o de resiliencia? ¿Pero qué es la esperanza? ¿Quién se atreve a hablar todavía de esperanza?

Se lo dejo decir a Edmond Michelet, ministro del general de Gaulle en varias ocasiones, quien experimentó la deportación a Dachau como militante de la resistencia y vivió su compromiso humano y cristiano siguiendo el ejemplo de los santos, inspirándose en estos pasajes escogidos:

A sus compañeros que le hacían la terrible pregunta del “¿por qué?”, él, con los pies metidos en el “mismo fango y la cabeza en el cielo”, se atrevía a responder: “cuida de los demás y encontrarás un camino en la noche”.

La Providencia está siempre presente en medio de los momentos más oscuros de angustia”.

E incluso:

“Perseverar es resistir sin forzar el obstáculo, no es huir durante la lucha, es permanecer ahí sin aceptar nunca la deshumanización, es identificar el obstáculo, aunque este obstáculo se llame mal, a la luz de la Cruz del Salvador. Podemos pedir esta perseverancia en la fe, sin dudar nunca de las increíbles capacidades de generosidad y amor ocultas en cada hombre”.

A distancia de 100 años del nacimiento del Gran Líbano en 1920, ¿la “fórmula libanesa ha fallado? ¿El pacto nacional de 1943 se ha convertido hoy en un mito? O ¿estamos en los dolores de parto de un nueva Líbano, donde el “comunitarismo” (entendido como politización de las afiliaciones religiosas) será superado y reconoceremos nuestras identidades complementarias y no “homicidas”, capaces de construir un país que refleje los valores comunes y un espacio de fraternidad posible, aquel “mensaje” que constituye la verdadera identidad en esta tierra?

De J.K.

Después de 13 meses de estancamiento, el presidente de la República Michel Aoun (cristiano) y el primer ministro Najib Mikati (sunita) anunciaron que Líbano tiene nuevo gobierno. 24 ministros: 12 cristianos y 12 musulmanes; una sola mujer. A ellos la tarea de hacer resucitar el Fénix.

Foto de Gelgas Airlangga en Pexels

[1] Extractos traducidos del libro de Benoit Rivière, Prier 15 jours avec Edmond et Marie Michelet, Ediciones Nouvelle Cité, 1999, p.11.

[2] «El llamado pacto «nacional» entre cristianos y musulmanes, en los albores de la independencia en 1943, enmarcó una ideología trans-comunitaria que desgraciadamente no resistió los vientos de desestabilización de los años 1975-1990. Los cristianos renunciaron a la protección colonial francesa, mientras que los musulmanes, por su parte, abandonaron cualquier deseo de unir el Líbano con Siria o cualquier estado unitario de carácter «árabe» destinado a reagrupar las distintas antiguas provincias árabes del Imperio Otomano, repartidas entre franceses y británicos. El Líbano se fijó así la vocación de ser una «tierra» de diálogo islámico-cristiano, de «puente» entre Oriente y Occidente».


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