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En Siria: la paz de los frágiles, la paz para todos

 
24 agosto 2023   |   , ,
 
Imagen de Ali Ahmad en Pixabay

Un congreso, una exposición y una experiencia, para no olvidar las guerras de las que ya nadie habla, para seguir creyendo que la paz es posible.

Cada vez es más urgente, como incansablemente repite el Papa Francisco, una movilización de conciencias para detener el devastador conflicto en Ucrania. Pero no podemos ignorar tantas guerras olvidades. Una experiencia consolidada de solidaridad en Siria, devastada por 10 años de destrucciones, que testimonia el esfuerzo cotidiano por “mover las montañas del odio y de la violencia”.

Quien lo cuenta en el sitio web de Città Nuova es Maria Bencivenni, trabajadora social y desde hace dos años, secretaria general del Centro internacional del Movimiento Político por la Unidad. Con el título.

De hecho, hace pocas semanas, Bencivenni participó en Roma al VIII congreso nacional “Redes de la caridad”, con el título “Paz es defensa de los frágiles”, haciendo una intervención centrada en la fraternidad como potente antídoto contra los conflictos, la violencia, la guerra, como llave para acercar a las personas y pueblos.

“Redes de la Caridad” lleva tiempo reflexionando sobre los temas de la paz y el diálogo con respecto a los muchos escenarios de guerra que han puesto de manifiesto cómo hablar de acogida y justicia signifique poner en el centro a las personas, sus historias, sus sufrimientos.

Por Maria Bencivenni – Cittá Nuova

Hay una mistificación del término paz, cuando se usa para decir que la paz quiere decir derrota del adversario. Esta es una posición dramáticamente utópica. Los utópicos no son los que dicen detengamos la guerra. Los utópicos son los que piensan que con un instrumento obsoleto es posible resolver problemas que son totalmente nuevos, porque los problemas existen. Por eso, cada día cobra más actualidad y nadie de nosotros puede olvidar cuando el pasado 2 de agosto el Papa Francisco dedicó todo el Angelus a un fuerte llamado para pedir cese al fuego, dirigiéndose directamente al presidente de la Federación Rusa, suplicando detener, por amor a su pueblo, esta espiral de violencia y de muerte y al presidente de Ucrania estar abierto a propuestas serias de paz. «¿Qué tiene que pasar todavía? ¿Cuánta sangre tiene que correr para que entendamos que la guerra nunca es la solución, sino solo destrucción?» afirmó el Papa. Entonces es extremamente urgente trabajar para invertir la tendencia de la política, pero también el de la opinión pública europea que parece inducida a la resignación a la guerra y al inevitable recurso de la lógica de las armas. Tal y como emergió en la reunión del del 11 de junio realizado en Viena, promovido por una red plural de redes y movimientos de 45 países, «las instituciones creadas para garantizar la paz y la seguridad en Europa han fracasado y el fracaso de la diplomacia ha llevado a la guerra. Ahora la diplomacia es absolutamente necesaria para poner fin al conflicto armado antes que destruya a Ucrania y ponga en peligro la humanidad». Pero la de Ucrania no es la única guerra en curso: desde hace 12 años Siria está en guerra, Yemen desde hace más de 10 años, y después Myanmar, los fuegos de guerra en América Latina, en África. Sí hay guerras que parecen más importantes por el ruido que hacen, todo el mundo está en guerra, en autodestrucción. Y entonces no podemos olvidar otro Ángelus en el que el Papa Francisco lanzó, en 2013, un fuerte llamado por Siria. También aquí se propone la pregunta: ¿De qué parte tenemos que estar? De la parte de las víctimas, de los niños, de los ancianos, de los frágiles. Más aún después del terrible terremoto que azotó esa zona. Domingos Franco es un economista brasileño que vive en Alepo desde 2019 con quien he tenido la posibilidad de hablar de la situación de Siria, donde la mayor parte de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Las zonas habitadas ya no son alcanzadas por los misiles, pero la guerra no se ha detenido nunca y el control de las sanciones permanece en sus efectos secundarios. Lo que entristece todavía más a las personas es que, a parte del Papa, casi nadie habla más de Siria. Dicen: «Nos sentimos realmente olvidados por el resto del mundo». Domingos me contó que ha aprendido a apreciar la enorme capacidad de este pueblo para soportar esta situación tan dura. A pesar de todo, muchos, aferrados a una sólida fe en Dios, logran todavía dar alegría a su alrededor: una especie de paradoja que la sociedad del bienestar tal vez le cueste entender. Las relaciones sociales son calidad, nos ayudamos mutuamente, los robos son pocos, los niños se educan con valores sólidos y la soledad encuentra poco espacio. Domingos vive en una comunidad de los Focolares -que en Siria son numerosas y muy vivas- y con la ONG Acción por un mundo unido llevan adelante algunos programas, apoyados por la generosidad de muchos donantes y esto ayuda a seguir adelante y a creer juntos en un futuro mejor, o al menos a sobrevivir en el presente. El programa Semi di Speranza apoya a 450 familias en respuesta a necesidades básicas: 325 niños reciben seguimiento con apoyo escolar, 250 del instituto para niños sordos en Alepo, 500 personas con patologías crónicas, discapacidades y mutilaciones a quienes se ha podido dar un apoyo socio sanitario. El programa RestarT, repartir para permanecer, ha puesto en marcha 50 microempresas generadoras de ingresos, imprescindibles para devolver la dignidad a quienes lo han perdido todo durante la guerra. La recaudación extraordinaria lanzada el mismo día del terremoto ha alcanzado hasta el momento los 370.000 euros y se ha activado un programa dirigido a 2.500 personas de las zonas afectadas por el terremoto de Alepo, Latakia y Hama en tres ámbitos: asistencia para las necesidades básicas, recuperación de viviendas y soporte psicológico. Según Domingos «ya casi no se puede hablar de esperanza en Siria, pero todavía se puede generarla a través de acciones concretas de apoyo y cercanía a quien sufre y está desesperado» Palabras válidas para todos. Cuántas veces también para nosotros es difícil hablar de esperanza, pero la podemos generar con acciones concretas de cercanía a los que sufren y a los más débiles. Cuántas veces hacemos la experiencia de que mover las montañas del odio y la violencia es una tarea pesada. Pero tenemos la conciencia profunda expresada así por Chiara Lubich: «Lo que es imposible para millones de hombres aislados y divididos parece que se hace posible a gente que ha hecho del amor recíproco, de la comprensión recíproca, de la unidad, el motor esencial de la propia vida». Esta contribución es parte de la intervención presentada en el encuentro Redes de la Caridad aquí el texto integral.

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