United World Project

Workshop

Por una mayor fraternidad entre los pueblos

 
14 julio 2020   |   , #daretocare,
 
Por Virginia Osorio y Janeth Cardenas

Publicamos la propuesta de Milonga, una plataforma internacional de voluntariado, para este momento en que todavía estamos inmersos en la pandemia.

Sin duda los efectos mundiales de la pandemia son muchos; hay reflexiones, webinars, notas en la web, etc. y sobre todo noticias que dan cuenta de que algo está pasando y que la vida no será la misma para nadie cuando esto pase. A nivel económico y social es evidente la diferencia entre los países “pobres” y “ricos”. Este problema mundial, este mal común, despertó también la conciencia de la interdependencia de nuestros pueblos. Independientemente del poder de nuestras riquezas, todos somos vulnerables.

De este modo, hemos podido ver cómo la solidaridad internacional se ha hecho más evidente y necesaria. Sin embargo, de la manera como ha sido abordada la emergencia por algunos gobiernos, vemos que, al menos por el momento, esta solidaridad no es una prioridad para todos. Los mensajes de la comunidad internacional hasta ahora, denotan una escasa cooperación, debido en parte, a que cada gobierno afronta como puede las crisis (sanitaria, económica, política, social, ecológica, etc.).

Delante de este panorama, concordamos con lo que dice el famoso intelectual Yuval Noah Harari, profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén: “En este momento de crisis, debemos tomar dos decisiones particularmente importantes. La primera está entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento de los ciudadanos. La segunda está entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad mundial”. En definitiva, estamos en un cruce de caminos entre una mayor apertura o mayor aislamiento entre países.

Este mismo dilema que se vive entre gobiernos, es el que enfrentamos cada uno de nosotros desde el “estar en casa”: vivir completamente encerrados o estar abiertos dentro de las limitaciones físicas, ser cercanos a las necesidades no sólo propias sino de quienes están alrededor. Estamos todos frente a la misma encrucijada: individualismo o solidaridad, sea personal, comunitaria, nacional y ahora también global.

En milONGa nos encontramos en la imposibilidad de favorecer presencialmente esta solidaridad internacional que provoca nuestra propuesta de voluntariado.

Las necesidades de ayuda persisten y se intensifican por vía de la crisis; somos conscientes de que justo ahora se necesitan manos, acompañamiento, ayuda, estrechar las relaciones. Para nosotros esta experiencia no se trata solo de una cooperación internacional de personas que ayudan a las organizaciones en sus tareas, sino también de un intercambio cultural que permite ser sensibles a otras situaciones que a veces en el propio país no son tan visibles.

Por tal razón y ante la crisis, nos hemos volcado a pensar de qué otras formas podemos seguir animando este sentimiento de fraternidad universal que ha suscitado la pandemia y que es el fin último de la propuesta milONGa. Para nosotros la tarea apunta a contribuir y hacer crecer la fraternidad entre los pueblos; generar oportunidades de solidaridad internacional, más allá de las barreras de movilidad hoy existentes.

En este tiempo queremos que los jóvenes que han hecho una experiencia de voluntariado internacional, puedan sentir propias las necesidades y contribuir a los desafíos que hoy deben afrontar las comunidades que los recibieron.

Un ida y vuelta que acorta distancias, que acerca personas, comunidades, que une pueblos con gestos sencillos como una llamada telefónica para saber cómo están, hasta la generación de iniciativas para recaudar fondos. Micro experiencias que multiplicadas pueden ser el fundamento para acciones de mayor escala.

Ser voluntario es una elección que para Giacomo, italiano, se renueva constantemente. Él, aún en la distancia ha encontrado la manera para estar cerca de las comunidades con las que compartió durante su voluntariado en Kenia. Una llamada, una escucha profunda de las necesidades y un “estar con ellos” aún en la distancia, lo llevan a revivir esa experiencia que sigue presente en su cotidianidad y que lo ayuda a visibilizar las problemáticas que la pandemia ha recrudecido en su entorno cercano. Por eso, motivado por la elección personal de ponerse al servicio del otro, ha hecho parte de diferentes iniciativas de apoyo a quienes sufren con mayor fuerza el impacto de la crisis.

También desde España, poniendo al servicio su profesión, Ana Hernando propuso a sus conocidos una campaña de recaudación de recursos destinada a ayudar a la Casa de Niños en Bolivia. Como Terapista ocupacional, se ofreció a planificar una rutina de ejercicios adecuada a las necesidades personales de quienes rápidamente adhirieron a su campaña.

En este proceso que hemos iniciado, vemos cómo ha crecido la conciencia de familia mundial a raíz de esta crisis sanitaria, y cómo ésta última es también una oportunidad para hacer crecer pequeños puentes que achican distancias, que reducen brechas sociales, culturales y políticas. Basta no dejarse paralizar por el encierro y la angustia, y salir, salir al encuentro del otro, del que nos hemos dado cuenta no podemos prescindir para ser felices.


SHARE: