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Workshop

Camerún, no sólo mascarillas

 
25 septiembre 2020   |   , #daretocare,
 

Enfoque sobre Camerún, donde la población está viviendo una dramática situación económica y social, agravada por la pandemia, pero donde no faltan firmes iniciativas de “amistad social”.

Todos los países del Continente son buenos para contraer el “mal de África”, pero Camerún lo es un poco más, dicen algunos viajeros expertos. Es una región muy particular que reserva diferencias naturalistas, culturales y étnicas que no dejan indiferente, una variedad geográfica, desde las costas del Golfo de Guinea a la cadena montañosa que se extiende desde el monte volcánico Camerún, la Sabana, las altiplanicies y mesetas centrales y el bosque pluvial meridional. Con sus 250 grupos étnicos, el país se distingue también por la variedad social, religiones y dialectos; una realidad única en el mundo a la que realmente no le falta nada. Ni siquiera el conflicto.

De hecho, desde el 2016 se vive una violenta crisis social que ha llevado a los nacionalistas anglófonos a crear grupos separatistas que siembran enfrentamientos y violencia en todo el país, con hechos atroces que suelen suceder en prejuicio de la sociedad civil. Los islamitas de Boko Haram alimentan el miedo, y la reciente crisis debida a la pandemia no ha hecho más que agravar un panorama económico y social de por sí ya dramático, afectando especialmente a las personas que viven el día a día con trabajitos y pequeñas faenas.

En esta tierra, maravillosa y herida, trabajan algunos Embajadores por un Mundo Unido: son 19 jóvenes que, gracias al trabajo de  New Humanity NGO, con otros jóvenes de distintas áreas del mundo, se forman a la cultura de la unidad, de la paz y la fraternidad, para ser agentes de cambio, constructores de paz y líderes comunitarios en sus países: verdaderos “embajadores” de hecho, de un mundo unido, en grado de convertirse en portavoces de la ONG a nivel nacional e internacional.

Entre ellos se encuentra también Mabih Nji, de 34 años, profesora universitaria en la Universidad Católica de la capital, Yaundé: «Vi la necesidad para mi país de ser Embajadora, porque el Embajador por un Mundo Unido da voz a las personas que no pueden hablar, y es voz de quienes no tiene voz. Y yo que puedo hablar lo hago…».

Es una fuerza de la naturaleza Mabih, gracias a los periodos de estudio en Europa, habla un italiano impecable. Con gran naturalidad nos cuenta como, junto a su grupo de trabajo, que son los otros embajadores, tuvo que actuar: «Nos podíamos haber detenido por las muchas, demasiadas cosas por hacer, entonces nos concentramos sobre todo en los más vulnerables. Así descubrimos que eran muchísimas las cosas que se podían hacer concretamente y nos pusimos manos a la obra».

Pero, ¿cómo? ¿Los embajadores no deberían trabajar a nivel de ONG nacionales e internacionales? Se podría decir, pero en cambio no, aquí hay un método que parte de otro punto de vista; aquí partimos del testimonio y de la acción llevada adelante a nivel de la comunidad; es el primer paso para generar nuevas ideas que, después, propuestas incluso a niveles más altos se convierten en “sistema” para todos, y generan cambio cultural.

Así empezaron nuestros embajadores en Yaundé.

«Era muy evidente -continua Mabih- al inicio de la pandemia, que una buena parte de la población no podía permitirse comprar dispositivos de protección, como las mascarillas. En aquel momento, ser embajadores significó ser inclusivo, no dejar a nadie por fuera. Tomando en cuenta esta necesidad, comenzamos una acción conjunta con 4 – 5 empresarios que adhieren al proyecto de Economía de Comunión, produciendo mascarillas para repartirlas entre los más necesitados».

En Yaundé se distribuyeron 400 mascarillas, mientras que centenares de dispositivos fueron expedidos a otras ciudades como Bamenda y Bafoussam.

Se apuntó a orfanatos, los centros sanitarios de las zonas más lejanas del país, para que incluso los habitantes de las áreas más periféricas pudieran beneficiarse: el Centro Piloto de Salud Odzon, el Centro Piloto de Salud Ngoya y el orfanato Casas Zamengoe, solo para nombrar algunos.

«Nos dimos cuenta que lo más importante no fue la mascarilla en sí, sino la relación construida con quienes trabajaron, con los beneficiarios, con los emprendedores. Fue todo un proceso exitoso llevado adelante juntos, y dio señales opuestas frente a lo que sucedió en el resto del país donde, quizás por miedo, todos pensaron más en sí mismos».


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