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El peligro de una mente dividida: reflexiones a partir de la serie de televisión “Severance”

 
31 enero 2025   |   , Economia y trabajo,
 
Apple TV+ - Severance | Key art
Apple TV+ – Severance | Key art

Una reflexión sobre el tema del trabajo, sobre nuestro presente y nuestro futuro, viendo la interesante serie norteamericana de Apple TV+ ‘Severance’. Una ciencia ficción social, existencial y filosófica.

En nuestros años de cambios continuos y exponenciales debido al desarrollo tecnológico, en las ansiedades por un futuro ahora incluso difícil de imaginar -que ciertamente incluye también el mundo del trabajo- se inserta la llegada de una serie como Severance, cuya segunda temporada, Tras el intenso y sorprendente estreno de 2022, ahora llega a Apple TV+.

El tema, en sentido existencial, filosófico, futurista y distópico, es precisamente el de nuestras ocupaciones, de nuestro universo profesional.

Todo gira en torno al concepto del título: “Severance” (ruptura/indemnización) a la que se ven sometidos los trabajadores de la empresa Lumon. Se trata de una separación mental voluntaria, legalizada, por la que el ser humano, en el lugar de trabajo, se retira sistemáticamente al exterior, y viceversa, la persona, durante su tiempo libre, no sabe nada de sí mismo de lo que ocurre en el trabajo, dentro de los muros asépticos de su empresa.

En la antesala del edificio se dejan todos los objetos personales, pero el verdadero “cambio” se produce en el ascensor Lumon, donde un dispositivo interactúa con el microchip insertado en el cerebro del trabajador y produce en pocos instantes el paso de una dimensión interior a otra.

Al entrar, por tanto, el trabajador olvida quién era hasta poco tiempo antes, a través de una especie de interruptor bajo la piel que divide a la persona en “dentro” y “fuera”. En inglés “Innie” y “Outie”.

El trabajo, para los primeros, es todo lo que existe. Nunca ha visto el cielo, no tiene apellido. No sabe para qué trabaja, pero un pequeño e insignificante bono empresarial le proporciona una gran satisfacción.

Ciencia y moral, hipertecnología y bioética, nuevos escenarios y profundas pesadillas para el ser humano se funden en torno al pivote sobre el que gira una de las series más fascinantes y depuradas, complejas e interesantes de los últimos años.

Esta historia, escrita por Dan Erickson y dirigida por Ben Stiller (sí, el comediante pero también el director), recuerda a 1984 de George Orwell. Me recuerda a aquel libro sobre el control del poder sobre la vida de los individuos, y sobre la construcción de un lugar presentado como floreciente y perfecto, cuando en realidad oprime y vacía a las personas.

Junto a Orwell, está la literatura de ciencia ficción de Philip H. Dick, inmersa en la complejidad temática de Severance, en los géneros que la componen: el thriller, la ciencia ficción existencial y el drama distópico, principalmente.

Severance nos habla de un futuro absurdo, pero también percibido como posible, dada la increíble velocidad con la que se nos vienen encima los cambios debidos al desarrollo de la biotecnología.

Un futuro, sin embargo, en el que, a pesar de los logros científicos reales, los seres humanos corren el riesgo de ser más prisioneros que libres, a través de esa forma cuestionable de voluntariedad que, más allá de la metáfora o la hipérbole de la serie, los lleva a vivir de manera inhumana el mundo del trabajo, sin saber nada de sí mismos ni de quienes trabajan con él. Viviendo como desarraigado, como número, como casi robot, su relación con su profesión. Con total mansedumbre y sin ninguna forma de espíritu crítico. A veces con dependencia del trabajo mismo.

Luego viene a la mente otro escritor de ciencia ficción del siglo XX, Aldous Huxley, y el hecho de que las dictaduras en el sentido clásico ya no son necesarias para amaestrar al hombre, porque éste será empujado de una manera invisible, tan intangible como decisiva, hacia opciones de encarcelamiento.

En definitiva, más allá de sus intrigantes desarrollos y personajes -algunos interpretados por actores extraordinarios como Christopher Walken, John Turturro y Patricia Arquette, pero también los demás intérpretes son buenos, empezando por Adam Scott como el protagonista Mark – Severance nos hace pensar en un presente. en el que, más inquietos y perdidos que entusiastas y optimistas, observamos cómo el mundo exterior avanza hacia ese producto excesiva y peligrosamente nuevo de un desarrollo técnico-científico vertiginoso e incesante.

Si en el pensamiento de Orwell, Dick y Huxley, pero también de Ray Bradbury en Fahrenheit 451, el futuro imaginado, aunque creíble, parecía más bien lejano, el tiempo en que vivimos nos hace sentir creíble incluso una mente dividida en dos partes como la descrito en Severance, cuya compañía, por otra parte, se idolatra a sí misma y es un espacio omnipresente, devorando a la persona, criatura mucho más poderosa que ella, y es ya plenamente una forma del presente.

Es también esa cultura del trabajo la que deshumaniza a los empleados quitándoles la posibilidad de tiempo suficiente y digno fuera, que pide mucho y ofrece poco a cambio, que ha quitado unidad y solidaridad a los propios trabajadores y produce en ellos inseguridad incluso a través de promoción de la inteligencia artificial.

La ciencia ficción distópica, se ha dicho -y es cierto- habla del futuro para contar la angustia del presente, pero habla del futuro de forma negativa, también (y en algunos casos sobre todo) para prevenirlo, para cambiar el rumbo antes de que esto suceda.

Desde este punto de vista, acojamos pues, las intuiciones de este noble género literario y cinematográfico. Una serie como Severance es muy bienvenida, porque nosotros los humanos, observadores atentos del peligro, podemos reaccionar críticamente a las amenazas que el futuro, junto con sus cosas bellas, puede traernos.


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