Workshop
El acosado, el acosador y todos nosotros: entrevista a Viviana Colonnetti
Entrevista sobre bullying a Viviana Colonnetti, psicóloga, psicoterapeuta, psicopedagoga y psicóloga jurídica y forense, experta en abuso y maltrato infantil.
Viviana Colonnetti es psicóloga, psicoterapeuta, psicopedagoga, psicóloga jurídica y forense. Es experta en abuso y maltrato infantil, formadora y miembro fundador de la Comisión Central del Movimiento de los Focolares para la promoción del bienestar y la protección de menores y personas vulnerables. Pensamos que sería la persona idónea para hablarnos del acoso escolar y amablemente aceptó, ofreciéndonos un encuentro muy denso y, creemos, útil.
A veces, cuando se habla de acoso escolar se dice que siempre ha existido: ¿está de acuerdo?
El acoso escolar es una forma de violencia entre personas de la misma edad: adultos, niños o jóvenes. La violencia, incluido el acoso escolar, siempre ha existido. Es una cara, no agradable, del comportamiento humano; el signo de un malestar personal que no se puede gestionar de manera saludable. De ahí la “elección” –consciente o inconsciente– de expresar dificultades y frustraciones a través de un comportamiento violento hacia alguien. La agresión es un síntoma; el acoso escolar no es la causa de dicho comportamiento.
Y ahora en el presente
Con elementos del contexto social que dan matices diferentes al acoso.
¿Por ejemplo?
La difusión a través de los medios de historias trágicas de acoso escolar, da visibilidad a un fenómeno que antes ocurría (a menudo) de manera silenciada. En la escuela o en el deporte, todos hemos sido víctimas de acoso escolar o hemos presenciado actos de este tipo, con consecuencias más o menos graves. Nos ha dejado una marca, pero antes se vivía la violencia en soledad y silencio, y cuando, con valentía, se lograba hablar con un adulto, ¿cuál era la respuesta? ‘Haz como si nada hubiera pasado’.
¿Qué significado tenía?
Era una invitación a negar el dolor, cuando, en cambio, aquello de lo que no se habla, lo que no se enfrenta, sigue haciendo daño. Lo que se niega, se refuerza.
Entonces es positivo que se hable del acoso escolar…
La gran visibilidad mediática del fenómeno es positiva, porque hace que la comunidad -adultos y niños- sea consciente de que el acoso existe y es grave. Al mismo tiempo, en mi trabajo como psicóloga compruebo que no es suficiente.
¿Qué más se necesita?
Que los medios, además de comunicar la gravedad del acoso escolar, ofrezcan claves para enfrentarlo. No basta con condenar. Es necesario explicar por qué ocurre, cuáles son sus consecuencias y cómo evitarlo. De lo contrario, uno puede quedar paralizado ante el hecho noticioso, con la impresión de no poder reaccionar.
Mucho menos en una sociedad con una fuerte tendencia narcisista como la nuestra.
Transmitida y fomentada por la visibilidad de personas narcisistas presentadas como «modelos ganadores» que nos proponen asumir características narcisistas que favorecen situaciones de acoso.
¿Cuál es la actitud del narcisista?
“Estoy YO, los demás están a mi servicio»: el compañero/a de clase o de baile es visto como una herramienta, un “objeto” que hay que “utilizar” para alcanzar objetivos.
Aquí hay otro nexo entre el acoso escolar y el presente.
Antes, la vida social se caracterizaba por relaciones interpersonales intensas y saludables, que ofrecían a los jóvenes grupos cohesionados donde, de alguna manera, podían sentirse seguros. Hoy, con (y como consecuencia de) los comportamientos narcisistas, se está consolidando la tendencia individualista del «sálvese quien pueda», transformando a las personas en islas que comparten los mismos espacios, pero se enferman en la soledad. La cohesión dentro del grupo de iguales es el antídoto por excelencia contra el acoso escolar, ya que, al predominar el bienestar colectivo, no permite que la violencia se imponga.
¡Muy útil! Manteniéndonos en el presente, hoy hablar de acoso escolar significa también hablar de ciberacoso. ¿Cuánto aumenta la peligrosidad de este fenómeno?
En el acoso escolar, la agresión es presencial, cara a cara; en el ciberacoso, ocurre en internet, en las redes sociales, en los chats. El ciberacoso, ahora muy extendido, ha aumentado considerablemente con el Covid y después, porque los adolescentes se comunican cada vez más en la red.
¿Por qué los efectos son más devastadores?
Porque la difusión de la agresión tiene un alcance mucho mayor y, muy a menudo, es incontrolable: basta un clic y la imagen llega a miles de personas. En el acoso escolar, la agresión es presencial y la víctima conoce al agresor; en el ciberacoso, las redes sociales le dan invisibilidad al agresor, aumentando el sufrimiento de la víctima, que queda atrapada en la red: es imposible escapar de la intimidación y la humillación. La víctima sigue recibiendo mensajes agresivos durante meses, agravando su dolor. Cada mensaje recibido le hace revivir la violencia y la vuelve cada vez más vulnerable. Además, ese contenido agresivo es muy difícil de eliminar de internet.
Hace daño a cualquiera, pensemos en el adolescente, frágil por definición.
Imagínese a un adolescente en esta situación y lo devastador que puede ser sufrir humillaciones continuas a lo largo del tiempo, ¡sin salida aparente! Por eso, a veces, para poner fin al sufrimiento, se llega a gestos extremos como el suicidio.
¿Qué ocurre en la adolescencia? ¿Por qué el acoso a esa edad es capaz de producir daños tan profundos?
La adolescencia es una fase de profundos cambios: físicos y de pensamiento. Esto conduce a una crisis de identidad inevitable y saludable: el adolescente ya no se reconoce en su cuerpo y en su mente, en sus decisiones, en su comportamiento, en sus emociones, volviéndose especialmente vulnerable. La idea de sí mismo que tenía de niño ya no responde a la realidad, generando en él una confusión mental desestabilizadora. Ya no sabe quién es. El esfuerzo por reconstruir su identidad le lleva a reconocerse como persona autónoma, pero para conseguirlo hace algo parecido a jugar con un rompecabezas: elige los mosaicos de la autoimagen infantil que quiere conservar e incorpora otros nuevos, fruto de nuevas experiencias. Juntando estos mosaicos, devolverá una imagen actualizada de sí mismo.
¿Cómo lo hace?
A través del proceso de separación-individuación. Para poder llevarlo a cabo, se aleja de los padres, se aísla en su habitación, rechaza o critica los comportamientos de los padres, y se siente atraído por nuevos adultos, externos a la familia: músicos, deportistas, actores, etc. Este distanciamiento le genera ansiedad y miedo a la soledad. Entonces, se refugia en el grupo de iguales, con los amigos. La pertenencia al grupo es un espacio contenedor que reduce el nivel de ansiedad. En el grupo, el adolescente encuentra calma y no se siente solo/a. Por eso, en la adolescencia, la pertenencia al grupo de iguales es fundamental.
He aquí por qué, en la compleja realidad del adolescente, el acoso escolar puede ser devastador.
Si el acoso acecha en el grupo de iguales, podemos imaginar la situación en la que se encuentra el adolescente víctima: se ha distanciado de sus padres para conocerse y reconocerse sin su ayuda. Se encuentra sin la protección que tenía de niño. Busca al grupo para sentirse protegido ante los cambios perturbadores de esta etapa de la vida, y en ese momento, llega una situación paradójica: el grupo que debería protegerle le hiere, le agrede, le humilla, le chantajea. La víctima del bullying se siente herida y terriblemente sola.
Acaba de estrenarse en el cine la película «El niño de los pantalones rosados», basada en la historia real de Andrea Spezzacatena, un chico de 15 años que se suicidó en 2012 tras sufrir acoso escolar. ¿Qué importancia tiene sensibilizar a los jóvenes sobre este tema?
El diálogo es fundamental: crear espacios seguros donde se pueda expresar lo indecible, casi impronunciable porque es doloroso. También es importante la información: conocer el acoso para poder entenderlo y actuar en consecuencia. Hay que dar a los adolescentes las herramientas para entender los porqués, además de trabajar la empatía. Enséñales a preguntarse qué puede sentir una víctima de acoso. ¿Qué siente el acosador cuando ataca? ¿Por qué no reaccionan los amigos que presencian el acoso? ¿Qué les paraliza? ¿Qué sienten? Trabajar la empatía marca la diferencia a la hora de prevenir el acoso escolar. No se ataca a alguien a quien se quiere.
¿Es importante hablar también del acosador?
En el acoso están implicados el acosador, la víctima, los compañeros y los adultos. La atención se centra muy a menudo en la víctima y su sufrimiento, lo cual es muy importante. Pero, por desgracia, se habla poco o nada de las otras personas implicadas en el acoso. En cambio, es muy importante dirigir la mirada a todos los implicados, incluido el acosador, porque él también, con su agresividad, reclama atención y ayuda. Nadie se levanta una mañana y decide convertirse en acosador; todos nuestros comportamientos agresivos tienen un motivo.
¿Quién es el agresor?
No existe un perfil del acosador, no podemos generalizar. Cada persona es única. Sin embargo, observando diferentes escenarios de acoso, es posible destacar situaciones que se repiten.
¿Por ejemplo?
A veces, el acosador empieza a agredir a uno de sus compañeros sin querer o como una broma, luego la situación se vuelve repetitiva y el grupo de iguales o los adultos atribuyen un papel particular al agresor como protagonista en el grupo, etiquetándolo como el “acosador del grupo” del que se espera un comportamiento agresivo. En ese momento, el agresor entra en un círculo del que es difícil escapar.
¿O quizás?
El agresor puede haber experimentado -en otros contextos- el acoso u otros tipos de violencia. Así, de manera inconsciente, intenta asumir el papel del agresor para evitar volver a ser víctima de la violencia.
¿Otras situaciones?
Es posible que el adolescente, utilizando la agresión, intente procesar su experiencia como víctima, al no haber podido hacerlo de otra manera.
¿Qué tienen en común estos perfiles?
Ponen en evidencia que quien agrede busca atención. También él (o ella) necesita ayuda. Por ello, es necesario que los adultos también dirijan su mirada hacia el acosador. Es importante trabajar con el agresor, detenerse en preguntas que puedan abrir una ventana a la reflexión y a la autocrítica, y que conduzcan a la toma de conciencia sobre sus acciones: ¿Qué lugar ocupas en tu grupo por ser agresivo? En tu rol de acosador, ¿qué ganas y qué pierdes? ¿Qué emociones experimentas al agredir? Y así sucesivamente.
¿Qué papel tienen los adultos en la prevención y tratamiento del acoso escolar?
Tienen un papel crucial en orientar y guiar a los niños y jóvenes en sus estilos relacionales. A veces se piensa que el acoso escolar es un fenómeno que refleja únicamente la realidad de las nuevas generaciones, pero yo creo que es un espejo de la sociedad. Vivimos con la violencia normalizada, entre niños, jóvenes y adultos. Las series de televisión, los videojuegos, los dibujos animados, los reality shows, y algunas películas presentan modelos de relaciones agresivas, que nos hacen crecer con la idea de que la violencia es algo normal.
¿Cómo contrarrestar esta visión distorsionada de la realidad?
La violencia se previene dando visibilidad a modelos de relaciones saludables que promuevan otras formas de comunicación: diálogo, empatía, escucha, acogida, amabilidad, asertividad, entre otras. En este contexto, el adulto tiene un papel protagónico en ayudar a desarrollar estas habilidades en niños y jóvenes.
El atractivo que ejercen jóvenes atletas y artistas exitosos que encarnan estas habilidades demuestra que necesitamos una sociedad menos violenta y que deseamos construirla.
Sin embargo, ¿qué hay detrás del comportamiento agresivo?
Inseguridad, impulsividad, dificultad para gestionar las emociones y reconocer las de los demás. A veces los jóvenes tienen dificultades para evaluar las consecuencias de su propio comportamiento, tanto individual como socialmente. Son intolerantes a la frustración, a menudo resultado de una educación sobreprotectora que no enseña la gratificación diferida. Que por otra parte es muy importante, porque valora el proceso: da importancia al viaje, con los obstáculos que hay que superar y las estrategias que hay que elegir para alcanzar una meta. Es un proceso muy educativo, pero hay una tendencia a centrarse sólo en la gratificación inmediata.
Volvamos a las responsabilidades de los adultos.
Las habilidades que ayudan a niños y jóvenes a convertirse en personas seguras, abiertas e inclusivas solo se desarrollan con la guía de un adulto. Por ello, se necesita un adulto con una mirada amorosa, capaz de brindar atención, aprecio y aceptación a los jóvenes.
Ha abordado varios puntos fundamentales…
En resumen, la dificultad para gestionar las emociones, la falta de empatía y la intolerancia a la frustración forman un cóctel explosivo, un terreno fértil para el acoso escolar.